Bienvenidos a un mundo de niños terribles, un universo infantil para adultos perversos que haría las delicias de Cocteau y de Lewis Carroll. O, mejor aún, bienvenidos a un país de las maravillas para niños de todas las edades, inteligentes y propensos a romperlo todo. Porque la infancia, etapa idealizada, sacralizada y cosificada hasta el agotamiento en la sociedad contemporánea, no es necesariamente cumbre de pureza ni de fragilidad. No al menos en el sentido mezquino que propone la moral consensuada. Una moral infantilizada en el peor sentido del término, el que convoca a educadores y psicólogos malcrecidos, popes de la corrección política y la represión que hacen del niño objeto de compraventa, depósito de frustraciones e individuo a manipular a partir de miedos adultos. Por fortuna, el arte y la ficción siempre han estado del lado del monstruo, y qué otra cosa es el niño sino el monstruo cándido que, cual criatura de Frankenstein, debe gozar de su tiempo y su espacio para el descubrimiento y el aprendizaje... En estas páginas, a través de diferentes ensayos y artículos temáticos, se reivindica una fantasía sin cortapisas para la niñez, se deconstruye el terror infantil y se promulga su derecho al miedo a partir de nombres y obras que han sabido tratar la infancia con el respeto que merece. Obras que han trascendido el territorio de la inocencia para lograr su impacto en diferentes generaciones. Hombres del saco, niños posmodernos, pederastas criminales, la inteligencia emocional de Roald Dahl, Peter Pan y otras infancias detenidas, el doctor T. y sus 5000 dedos, Alicia cruzando el espejo, siniestras fábricas de chocolate, vampiras púberes, lolitas japonesas, payasos asesinos, embriones caníbales, caperucitas menstruales, los infantes atormentados de Tim Burton, la demencia brutal de Suehiro Maruo, los niños difuntos de Edward Gorey… Todo ello, servido por los mejores analistas en arte y cultura popular, conforma un libro para adultos que ayudará a que nuestros niños crezcan fuertes y sanos. O no.