En las tres obras aquí reunidas el filósofo nos enseña a escuchar a los adversarios -hábiles detectores de nuestras debilidades- y a desconfiar de nuestro amor propio -el defecto más útil para los aduladores-, pues solo así sabremos distinguir la verdadera amistad: aquella en la que encontraremos virtud en la honestidad y deleite en el diálogo. Un bien exquisito que exige espacio, tiempo y cuidado.